¿Que sólo usamos el 10% de nuestro cerebro?
Sep 10
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Los neurocientíficos han avanzado en la tarea de investigar cada vez más la complejidad de nuestro cerebro valiéndose de diversos avances tecnológicos. Gracias a eso, han logrado entender mejor lo que en otros tiempos apenas imaginábamos. Vamos a explorar algunos resultados de sus investigaciones para demostrar si esta afirmación es mito o realidad.
¿Potencial inexplorado?
Primero pensemos si esta frase hace alusión a que hacemos uso sólo del 10% de las regiones de nuestro cerebro. A través de una técnica llamada imagen por resonancia magnética funcional, los neurocientíficos nos pueden dar una respuesta. El procedimiento consiste en poner personas en un escáner y ver qué partes de sus cerebros se activan cuando hacen algo o piensan en algo. Lo que se ha encontrado es que una simple acción, como cerrar y abrir el puño de la mano o decir unas pocas palabras, activan varias regiones de nuestro cerebro en un mismo instante. Incluso cuando se supone que no se está haciendo nada, se evidencia que las personas activan todas las regiones de su cerebro, pues están controlando funciones como la respiración, los latidos del corazón o recordando cosas por hacer. Esto efectivamente nos demuestra que la actividad cerebral requiere de todas sus regiones, lo cual obviamente se puede interpretar como un uso cerebral que desborda con creces un 10%.
No obstante es llamativa la idea de la cifra del 10% y que nos resulte tan interesante y seductora como para qué exponencialmente se haya popularizado tanto. Como hipótesis para entender esto, podríamos decir que tal vez esta teoría nos reconforta y da la sensación de que como humanidad tenemos aun un potencial del 90% por explorar o conocer. Valdría la pena entonces mencionar un par de estudios que apuntarían a entender el cerebro en términos de cantidad.
En un estudio publicado en la revista Science, el Dr. John Lorber, pediatra inglés, afirma que los pacientes con hidrocefalia, a pesar de tener muy poco tejido cerebral, logran funcionar. Esto nos insinúa que con sólo una porción de nuestro cerebro podríamos funcionar. Un hombre de 30 años en Guadalajara, México, tras una lesión por arma de fuego que entra por el ojo derecho termina perdiendo una gran porción de su cerebro. No obstante, aunque el pronóstico de un caso como estos, es el de una morbilidad, el paciente logró salvar gran parte de su actividad cerebral a través de diversas intervenciones de rehabilitación, siendo una persona funcional; aunque en un inicio perdió su movilidad por completo del lado izquierdo logró poco a poco recuperar su control motor.
También se han estudiado casos de pacientes niños diagnosticados con epilepsia muy severa causada por un daño en el cerebro que requirieron una hemisferectomía. Esta intervención, consiste en eliminar la zona estropeada del cerebro que provoca ataques permanentes sin permitir que el cerebro repose. La investigación realizada por el Dr. Kliemann y sus colegas en los adultos en los que se convirtieron dichos pacientes entre 20 y 30 años, dio como resultados funcionalidades sorprendentemente buenas. El estudio mostró que tenían empleos de buen nivel, funciones de lenguaje normales y el comportamiento durante el examen con el escáner fue muy normal. Todos ellos podían hablar, incluyendo a quienes se les había extirpado el hemisferio izquierdo, en el que se supone se sitúan generalmente las regiones asociadas al habla como el área de Broca o de Wernicke.
Neuroplasticidad: el cerebro en constante cambio
Con este ejemplo de estudio, evidenciamos el nivel de complejidad del funcionamiento del cerebro humano. A la hora de evaluar los resultados, estos investigadores se fijaron particularmente en la actividad cerebral de redes que regulan la visión, el movimiento, las emociones y los procesos cognitivos, en donde se esperaba debido a las circunstancias una actividad más leve, pero no fue así, se encontraron patrones de actividad consistentes a lo largo del tiempo. En comparación a cerebros completos se pudieron reconocer las mismas redes que mostraban conexiones potentes y diferencias significativas con lesiones mucho más pequeñas que causan efectos más complicados.
Así entonces, una de sus conclusiones es la confirmación de la gran capacidad de recuperación del cerebro teniendo como base su gran capacidad de adaptación y flexibilidad, lo que llamamos, plasticidad neuronal.
Así, retomando nuestro tema eje, podríamos afirmar que no sólo se trata de la cantidad o la porción del cerebro en uso, sino de la adaptabilidad funcional, pues estos estudios demuestran la enorme capacidad adaptativa del cerebro ante circunstancias fuera de lo normal.
Claro, no se trata de que con una porción más pequeña de cerebro todos los seres humanos puedan funcionar, pero sí pone sobre la mesa la importancia de continuar estudiando cómo es que las funciones del cerebro se llevan a cabo a lo largo y ancho de todo el cerebro, y no sólo distribuidas a una parte específica de sus regiones, como se creía en algún momento. Es decir que todas las funciones son siempre apoyadas por múltiples de esas regiones, a veces de forma similar y a veces distinta, pero en todo caso compensando bastante bien, pues si una estructura se daña, otras son capaces de arreglarla o suplir ese funcionamiento.
El papel del aprendizaje y el entorno en la capacidad mental
De nuevo la teoría del uso sólo del 10% del cerebro se queda sin argumentos porque sin importar la cantidad de cerebro, este se las arregla para brindar el funcionamiento más óptimo que le sea posible. Por tanto, si en el imaginario de las personas sobre esta idea les hacía eco el sinnúmero de posibilidades de ejecutar nuevas tareas “desconocidas” con el otro 90% del cerebro en desuso, no podríamos respaldarlo pero tampoco habría que desilusionarse del todo, pues en definitiva, lo que si podemos lograr es un incremento de conexiones neuronales, cuando aprendemos nuevas cosas, o nuevas formas de hacer lo que ya creíamos conocer, lo que si traduce finalmente en que podemos mejorar nuestro funcionamiento.
Desde luego, ahora tendríamos que involucrar un tema inherente a esta plasticidad. Y es el tema del aprendizaje.
En los ejemplo que hemos dado hasta ahora, vemos cómo la re-habilitación, el aprendizaje y la compensación son claves para restituir funciones. Esto no hace alusión a nada más y nada menos que a aprender o re-aprender nuevos caminos para hacer o entender lo que previamente considerábamos aprendido. Y en este sentido podemos decir que no estamos explorando un área nueva del cerebro cuando aprendemos algo nuevo o cuando intentamos resolver un problema nuevo, los hallazgos mencionados, nos develan que, más bien, creamos nuevas conexiones entre las células nerviosas distribuidas en todo nuestro cerebro y también que perdemos viejas conexiones cuando ya no las necesitamos.
Por eso a la vez, que desmentimos este mito, podemos debatir otro que afirma que hay periodos críticos en la infancia, después de los cuales ciertas cosas ya no podrán aprenderse, es decir solo de niños podríamos aprenderlas, o incluso otro mito que dice que la capacidad mental es heredada y no puede ser cambiada por el entorno y la experiencia.
En el primer caso, si bien es cierto que el cerebro atraviesa períodos críticos en las distintas etapas del desarrollo, se ha determinado que esto no necesariamente niega la posibilidad de aprender después. Pues en la adultes si bien no se generan igual número de células y conexiones como en la mente de un infante, sí se generan algunas y se robustecen otras.
En el segundo caso, justamente la epigenética con sus múltiples investigaciones nos ha demostrado cómo el ambiente es capaz de moldear la carga con la que se llega al mundo. Ya es sus inicios el estudio científico de gemelos intentaba demostrar como criterio importante para determinar diferencias a la hora de desarrollar o no enfermedades genéticas o comportarse durante la vida, el alto poder de la naturaleza o el ambiente y de la crianza. Y según los hallazgos, los gemelos que son expuestos a diferentes ambientes e historias de vida moldean su cerebro en correlación a dicho ambiente. Son varios los estudios sobre la plasticidad que sugieren que el cerebro está bien equipado para aprender durante toda la vida y adaptarse al medio.
Lo anterior, podemos afirmarlo, dado que cada vez nos queda más claro, que la capacidad mental no sólo es heredada sino que puede ser mejorada y cambiada por el entorno sociocultural, educativo y la experiencia. Al respecto, David Bueno, profesor, investigador y genetista de la Universidad de Oxford y de la Universidad de Barcelona, ha descubierto en sus investigaciones que nuestras habilidades mentales y capacidades intelectuales no están determinadas de manera absoluta y regida por nuestros genes o nuestra biología, pues de ser así, la educación y el panorama de investigación que cada vez nos acerca a entender las cosas mejor como humanidad no sería posible, es decir no evolucionaríamos o no aprenderíamos.
No obstante, dejamos de lado que el cerebro por sí sólo no mejorará su rendimiento o se moldeará como aspiramos, a menos que se lo exijamos, o que la situación y el entorno lo ameriten y le resulte importante adaptarse. Es por esto que en conclusión, podemos decir que obviamente tenemos toda la posibilidad de dar forma a nuestro cerebro, entendiendo que nuestro potencial se relaciona directamente en aprender sobre el funcionamiento complejo de nuestro cerebro y aprovecharlo en su plasticidad a lo largo de la vida para estimularlo, para generarle retos de aprendizaje que lo moldean y lo fortalecen.
Podemos afirmar que es un mito, que no tenemos superpoderes por explorar con una parte del cerebro que este inexplorada, como sugiere el cine, pero podemos decir también que tenemos el potencial de funcionar mejor si ponemos a trabajar nuestro cerebro.
Bibliografía
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